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Abusando un poquito más de la cuenta de sus recursos turísticos, no cabe duda que Cantabria ha sabido mantener ese encanto que le hace tan especial. Sus gentes, sus paisajes, su historia y su gastronomía hacen que siete días se queden cortos para gozar plenamente de su encanto.
Quizá la mayor decepción después de muchos años sin visitarlo, fué San Vicente de la Barquera, encantador pero sobremasificado y sin el sabor de pueblo pesquero que pululaba en mis recuerdos...





Santander, bueno...la zona del Sardinero, la Universidad, el faro y algunas calles del centro comercial son dignas de patearse, si el clima lo permite...






Qué decir de Santillana...

El parque natural de Cabárceno, más que por los animales, que de semi-libertad "ná de ná", me sorprendió por lo cuidado del entorno, que, de no ser por los coches y las torres eléctricas, parece un paisaje del cretácico.
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Una curiosidad:

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